Biografía interna

Fue inevitable tener que jugar un partido de ajedrez contra Jesús.

Naturaleza y Sobrenaturaleza

Buscando un sentido superior de vida 

Mi vida ha estado esencialmente condicionada por la pasión de entender el origen de la naturaleza humana y a la vez, guiarme por las claves que arroja tal conocimiento.

Sin embargo no era posible estudiar la naturaleza humana sin tomar en cuenta el mundo natural que nos rodeaba y las fuerzas que manejaban la materia inerte, ya que me atraía fuertemente todo lo relacionado con la ecología terrestre y marina como también la astrofísica. Pero además estaba la omnipresente realidad de las verdades del mundo bíblico que por definición eran indudables, las cuales yo había absorbido en mi educación católica sin cuestionarlas.

En mi fuero íntimo lo que más deseaba era transitar el puente que necesariamente tenía que existir entre la materia (viva e inerte) y el espíritu humano, tan ligado culturalmente a los fenómenos sobrenaturales.

Esta especie de secreta ambición de llegar a enseñorearme sobre la unión de ambas dimensiones de vida, era algo así como querer descubrir la dinamita intelectual que abriría los cofres de arcanos misterios de la vida humana. Sin embargo y contrariamente a lo esperado, el resultado fue que la mezcla de tales ingredientes calentados a alta temperatura en mi fragua mental, me terminó por estallar en la cara.

Tuve problemas no menores debido a la colisión y resonancia entre estos dos trenes de explicaciones que le daban sentido a mi vida. Mi fuerte formación autodidacta me había llevado a incursionar en los más diversos temas. El universo de tantos escritos occidentales y orientales que leía sobre fenómenos sobrenaturales me producían una fascinación indescriptible. Recuerdo en particular el éxtasis que me produjo leer El Tercer Ojo de Lobsang Rampa seguido del El Médico del Tíbet y El Cordón de Plata del mismo autor. Contaba para ese entonces con una poderosa cultura sobre fenómenos sobrenaturales que me rodeaba por todas partes la cual estaba entronizada profundamente en mi propio espíritu debido a la formación católica inculcada desde muy pequeño por mi madre que me hacía rezar todas las noches a mi ángel de la guarda, estando absolutamente convencido de su invisible pero real presencia cuidándome de cerca.

Poco después de leer a Lobsang Rampa se me ocurrió que la desaparición de Jesús por tantos años antes de aparecer a los 30 dotado de poderes sobrenaturales varios de los cuales eran idénticos a los relatados por Lobsang Rampa que ocurrían en el Tíbet de los lama, era debido a que tuvo largos años de aprendizaje en el Tíbet.

 

Escalando por una visión de armonía

Pero sin duda lo más serio de todo era que si Lobsang Rampa relataba en primera persona cómo adquirió sus poderes sobrenaturales en el Tíbet, entonces existía un camino que unía ambas dimensiones del ser humano, por una parte su ser natural biológico y por otra, los poderes sobrenaturales relatados y refrendados formalmente por la cultura en que me crié.

El gran éxito de ventas que tuvo El Tercer Ojo, se explica porque el público de nuestra cultura occidental, con dos mil años de cristianismo, estaba muy bien preparado para absorber como reales, narraciones mágicas referentes a poderes mentales que entrenados bajo la dirección de maestros tibetanos, lamas, yoguis, etc, sobrepasaban por lejos las dimensiones perceptuales de nuestros humildes y mínimos poderes sensoriales heredados del mundo natural animal. La más profunda realidad estaba allí, enterrada e invisible esperando ser alcanzada por el ser humano; el poder de curación por las manos, el poder de resucitar a un muerto (Lázaro), la vida espiritual después de la muerte orgánica, la salvación en el Paraíso de la vida eterna, visiones sobre aparición de la Virgen, la multiplicación de los panes y los peces, la levitación en contra de la gravedad (¡pobre Newton! Y sin embargo Newton fue también preso de creencias sobrenaturales y secretamente practicaba la alquimia).

Este verdadero tsunami de poderes sobrenaturales desatado por Rampa y adquiribles por aprendizaje, coincidió con la publicación del libro El Fenómeno Humano de Teilhard de Chardin a mediados del siglo pasado reforzándose mutuamente ambos libros. 

Este último libro fue tremendamente popular e influyente puesto que en la persona de de Chardin, se concentraba tanto el mundo de la ciencia como el de la religión. Teilhard de Chardin era a la vez jesuita y paleontólogo, llegando a ser miembro de la Academia de Ciencias de Francia, con un enorme séquito de seguidores científicos que aparecían nombrados en el prefacio de sus libros. De manera que El Fenómeno Humano, era en principio, algo que no se podía pasar livianamente por alto. A mis 16-17 años, la lectura de este libro me obnubiló todo espíritu crítico, cayendo absolutamente bajo el embrujo de una compleja y oscura formulación sobre la emergencia del espíritu humano (su conciencia) a partir de la evolución biológica de nuestros seres ancestrales. Postulaba que esta evolución se desarrollaría hasta alcanzar la súperconciencia (evolución de la conciencia universal), en la cual se uniría la dimensión del espíritu superior humano con la materia viva de la cual había surgido. El nuevo credo que fusionaba la ciencia con el espíritu lo resume Teilhard en su ensayo Comment je crois (1934)
 
Je crois que l’Univers est une Évolution
Je crois que  l’Évolution va vers l’Esprit
Je crois que l’Esprit s’achève en du Personnel
Je crois que le Personnel suprême est le Christ-Universel

«Creo que el Universo es una Evolución 
Creo que la Evolución va hacia el Espíritu
Creo que el Espíritu se realiza en algo personal
Creo que lo Personal supremo es el Cristo Universal».

Así, la mesa para el banquete urbi et orbi en el mundo occidental, estaba espléndidamente servida para impulsar a las estrellas el universo de la magia en todas sus formas.

 

El cerebro hace de las suyas

En aquel tiempo era común que en las noches permaneciera despierto practicando horas de horas ejercicios mentales yoga para alcanzar con ellos percepciones que estaban más allá de los sentidos sensoriales (telepatía, telequinesis, etc.). Pero no se puede llevar un cerebro al límite sin que ocurran consecuencias perceptuales de consideración.

Poco después de haber terminado el colegio, estando una noche en mi casita pajarera, lo intenso de estos esfuerzos mentales se tradujo en una estremecedora visión mística, la cual me produjo una crisis existencial de gran proporción, por lo que me otorgué un año sabático dedicado a la pintura, a escuchar música clásica, a la lectura y por sobre todo, a la reflexión sobre  la muy realista alucinación que me había sucedido. Esto inauguró el nacimiento de mi espíritu crítico analizando todo conocimiento adquirido por simple credulidad, y fue el comienzo del tomar mi vida en mis propias manos. Como resultado práctico decidí estudiar ingeniería civil (U. de Chile) para darle estabilidad a mi velero mental “y aumentar el plomo en la quilla”, me decía a mi mismo, mientras asistía a cursos de neurobiología tanto como me era posible (U. Católica) ya que me atraía sobremanera todo lo concerniente al funcionamiento del complejo cerebro humano que había surgido a partir de animales muchísimo más simples.

De esta manera, desde muy joven jugaron en mí ambas potencias, la evolución biológica y la atracción por descubrir el modus operandi de los poderes sobrenaturales avalados por la religión cristiana mayoritaria de la cultura en que vivía.

Lo natural y lo sobrenatural eran dos huevos de águila que incubaba sin saber que al eclosionar los polluelos (el despertar de mi espíritu crítico analítico) tratarían de expulsarse mutuamente del nido en nombre de su egoísta sobrevivencia.

Razonaba ingenuamente que si Dios afectaba el mundo humano (material y vivo) mediante milagros no sujetos a las leyes naturales, me obsesionaba el poder llegar a comprender cómo es que se producían. Mi espíritu que admiraba los descubrimientos de la física, necesitaba una explicación de los procesos causales en juego en la dimensión espiritual. No me bastaba el solo creer en milagros, buscaba el sendero que llevaría a comprender lo que posibilitaba actuar contra los mecanismos y leyes con que operaban los procesos naturales. Por fuerza tenía entonces que existir un súper conocimiento englobador de las leyes que operaban tanto sobre la naturaleza como sobre los milagros y seres sobrenaturales (la súperconciencia de Teilhard de Chardin). Llegué a tomar cursos avanzados sobre el origen de la Biblia y pasaba temporadas de retiro y meditación con los monjes benedictinos invitado por el muy culto y bondadoso Padre Gabriel Guarda.

Jesús atraía a un mundo invisible, compasivo, maravilloso y mágico, Lobsang Rampa mostraba el sendero a las montañas donde enseñaban poderes sobrenaturales, y Teilhard de Chardin pavimentó todo con ciencia. Un embriagador y potente brebaje para un adolescente imaginativo ávido por deslumbrarse con los prodigios que podía ofrecer la vida.

Gracias a los cursos de neurobiología que tomaba, llegué a comprender que había estado tratando de mezclar aceite con agua, ya que las nociones adquiridas por fe se establecen mediante un aprendizaje cognitivo completamente diferente al que se utiliza para el conocimiento del mundo natural. Este último requiere imprescindiblemente experimentos factibles de ser repetidos y que arrojen idéntico resultado. En tanto el aprendizaje por fe requiere confiar en lo que dicen los maestros, sacerdotes, familiares, escritos, etc., siendo crucial aceptar el anestesiar toda duda crítica respecto de sus enunciados de verdades supremas. Esta manera de enseñar/aprender por establecimiento de dogmas, nunca ha sido mejor expresada que la grabación en el pórtico de una capilla medieval francesa “Al entrar aquí, dejad fuera toda duda”Charles Darwin relata en su autobiografía que en su veintena durante el viaje del Beagle, en las discusiones que se generaban a partir de la exuberante fauna y flora en los trópicos, él, muy seguro de si mismo citaba como fuente explicativa la autoridad de la Biblia. Había estudiado en Cambridge para ser párroco rural, pero en tal camino se viró a la geología, botánica y entomología, por eso pudo ser el naturalista del Beagle. No era imaginable que con el correr de los años y gracias a la visión que crearía sobre el origen del cambio (evolución) en los seres vivos lo llevaría a ser un apóstata de la religión cristiana resumiendo en su autobiografía este gran viraje cognitivo con pocas palabras: “No existen evidencias empíricas que respalden tales creencias”. Las mismas palabras que un siglo y medio después Christian de Duve utilizará para justificar su propia apostasía del cristianismo.



Contradicciones amargando la vida

Tal fue mi motto, darle coherencia a la relación entre las dos dimensiones de conocimientos o “realidades” en que me movía. Me impulsaba un intenso deseo de encontrar el camino cognitivo para que ambos universos se fusionaran en uno solo. Teilhard de Chardin parecía haber encontrado la pista que los unía. Sin embargo al terminar de leer su obra completa, me encontré desilusionado por las innumerables contradicciones y afirmaciones gratuitas sobre cómo operaba la evolución biológica sin proveer evidencias empíricas incuestionables, y su constructo biológico-espiritual se me comenzó a desmoronar a pedazos.

Así, en vez de encontrar el luminoso sendero que buscaba estudiando las relaciones entre estos dos universos cognitivos, brotaban como setas en el bosque más y más contradicciones que me amargaban la vida y le quitaban toda la gloria que tanto la ciencia como la religión le daban a la vida.

Finalmente en el libro La Evolución Iluminando, en el anexo “Un Niño y su Libro”, relato la larga saga que muestra el derrotero intelectual seguido para lograr la coherente visión de la naturaleza humana que buscaba y que puso orden y paz a mi universo cognitivo, iluminando la vida y mostrándome el camino a transitar. Al mismo tiempo muestro el giro que tuve desde la ingeniería a la neurobiología evolutiva y cognitiva.

Pero en síntesis, debo decir que finalmente encontré el paso que comunica lo que llamamos “espíritu humano” con la vida biológica y material. Solo que caminar sobre tal puente colgante que une las verdades culturales con las evidencias científicas, requiere sí o sí (a mi juicio) el estar en posesión de la naturaleza del lenguaje humano, sus orígenes y su operacionalidad, debido a que es el lenguaje lo que generó una supranaturaleza que es la cultura, y cuyos significados moldean enteramente la vida humana.

Libro

La columna vertebral que le da estructura conceptual al libro escrito por mí, se basa en la introducción de la noción de “súper organismos” (Cap. 16 & Anexo Somos Matriushkas).

Este principal concepto nos hace ver que el portentoso desarrollo de la inteligencia humana no tiene que ver con una facultad privativa de individuos superdotados, sino con la co-adaptación cooperativa entre organismos individuales constituyendo súper organismos, sean estos biológicos o de  civilización. 

 

© ROLF BEHNCKE | Explorador